No lo pensamos cuando decidimos trabajar sobre el deseo de trabajar o abolir el trabajo, pero nuestros diálogos primaverales coinciden con las semanas próximas al 1 de mayo, día del trabajador. Decidimos este tema y en el próximo, que tendrá lugar el 16 de mayo, vamos a continuar con él.

La pregunta del día 25 era si aboliríamos el trabajo o lo transformaríamos y para preparar el diálogo esta vez teníamos dos actividades. Primero se nos propusieron tres canciones de las que teníamos que extraer una definición del trabajo, o el sentido que en ellas se le daba, y después teníamos varios textos, cada uno de épocas muy distintas en los que se trataba el tema de manera crítica. Entre ellos teníamos fragmentos de William Morris, Lafargue, Campanella, Rifkin… Podéis consultar la actividad pinchando AQUÍ.
Así, el 25 nuestro diálogo comenzó con una ronda en la que destripamos el sentido del trabajo en las canciones y expusimos cuál era nuestra visión en cuanto al tema. Las canciones eran «El trabajo» de Raphael, «Canción del trabajo» de Los prisioneros y la mítica «Es una lata el trabajar» de Luis Aguilé y Fernando Esteso.
La canción de Raphael se ganó la alabanza de varios participantes y sobre todo llamó la atención la ambigüedad que expresaba en cuanto al concepto «El trabajo es una carga, pero también nace con la persona y es nuestro amigo más fiel». Lo vivimos negativamente, pero nos hace falta para sobrevivir y también «dignifica» como decían Los prisioneros en su canción, «¿Pero qué es eso de que dignifica, no lo entiendo bien». Nos lo preguntamos, y vimos como el trabajo puede verse como la actividad natural que nos permite sobrevivir a través de la transformación de la naturaleza, tal y como expresaba un texto de Aristóteles de los que leímos, pero también como el trabajo esclavo, realizado para enriquecer a otro y vivido como algo ajeno y sin sentido. Como la canción de Esteso decía, el trabajo puede vivirse como algo ajeno a la vida de lo que sólo cabe olvidarse a través del ocio.
Por eso, inmediatamente nos dimos cuenta de que había que redefinir la pregunta que nos planteamos. Aboliríamos el trabajo alienado al que se referían los textos de Marx o de Morris, aquel que ya no sirve a la vida sino a la mera acumulación y en el que no nos sentimos útiles ni nos reconocemos, pero mantendríamos un trabajo con sentido humano y que sirviera a los intereses de todos. ¿Pero qué trabajo es ese? ¿Y cómo lo haríamos?

Como siempre, el diálogo fue intenso y no podemos reproducir aquí todo su contenido, por lo que lo que sigue es sesgado. En un texto de William Morris se definían dos tipos de trabajo, uno que va en contra de la humanidad, porque degrada a los trabajadores y otro en el que, al estar presente la esperanza, el trabajador se realiza. La esperanza en la misma actividad, en el producto y en el descanso que vendrá, y partiendo de él algunas pensaron que lo importante sería poder realizar un trabajo que desarrolle el talento o las inclinaciones de cada cual. Para estas, la solución era la educación. Otros pusieron de relieve la diferencia entre trabajo físico e intelectual y cómo el primero se había devaluado históricamente acentuando una división que en realidad no tiene sentido… Y para la mayoría el problema pasaba por la división entre pobres y ricos que nos hace trabajar para otros y no sólo para que se enriquezcan, sino también para fines ajenos a nuestros intereses. Incluso trabajamos en cosas que ponen en riesgo el planeta y estamos obligados a hacerlo, a alquilar nuestro cuerpo y nuestra vida para algo que, en realidad, no haríamos libremente ¿Pero qué hacer ante los grandes monopolios? ¿Cuál es nuestro poder? ¿Tenemos alguno, acaso? ¿Hay alternativa al trabajo asalariado?
Para algunos la solución parecía pasar por una revolución, para otros por el Estado o por la formación de cooperativas como las de la Corporación Mondragón, que tiene una larga historia en nuestro país… No obstante, vimos que en todas las soluciones que veíamos había grandes dificultades. Las cooperativas son opciones difíciles para algunos sectores, puesto que parecen adecuarse mejor al mundo agrario y la intervención del Estado en la economía parece necesitar de una política popular que, al menos por el momento, no vemos en nuestro entorno.
No obstante, también aparecieron ideas como la de repartir el trabajo que hay o una renta básica universal. La última está ligada a la idea del progreso tecnológico y parte de la idea de que el desarrollo de la IA va a hacer que el trabajo no sea necesario… Ahora bien ¿no es este pensamiento un poco mecanicista? ¿No lo pensaron ya en el siglo XIX? ¿No hará falta que nos ocupemos de las máquinas? ¿Y los trabajos que necesariamente tienen que realizar humanos? ¿No sería mejor reducir la jornada laboral? ¿Y qué pasa con los salarios? ¿Cuánto creemos que es necesario cobrar? ¿Podemos y queremos un modelo de ocio consumista?
Todas esas preguntas y muchas más nos surgieron y, por eso, decidimos seguir con el tema en la próxima sesión. Esta será, como ya dijimos el 16 de mayo y nos planteamos una pregunta algo más concreta: ¿Qué significaría la humanización del trabajo y cómo la llevaríamos a cabo?.
¡Un saludo y allí nos vemos!
