El miércoles 20 llevamos a cabo la segunda sesión de nuestro taller de Filosofía en la prisión de Navalcarnero, junto con Progresa Educativamente y gracias a Solidarios para el Desarrollo.
Tras un rato de conversación informal, entramos en el tema que habían elegido por mayoría los asistentes a la primera sesión: ¿es peor el daño por ignorancia o por maldad?

Hicimos una ronda de intervenciones breves y quedó claro que había opiniones muy distintas, condicionadas en parte porque teníamos distintas definiciones de los conceptos que había de por medio: ¿qué es la ignorancia? ¿Es sólo el desconocimiento de quien no sabe algo concreto o también la actitud vital de quien prefiere, en general, saber lo mínimo? Y ¿qué es la maldad? ¿Por qué asumimos que es algo distinto al sufrimiento? ¿Hay más maldad en quien hace daño por un cálculo egoísta o en quien perjudica por puro desprecio?
Para profundizar en el tema, leímos un pequeño fragmento de Eichmann en Jerusalén, de Hannah Arendt, y observamos la importancia que daba la autora a la falta de malicia intencional de Adolf Eichmann, cómo el respeto a la cadena de mando y el deseo de ser un buen funcionario, más que la malicia, le llevaron a tomar decisiones que costaron sufrimiento y muerte a millones de personas. También nos preguntamos con Arendt hasta qué punto aquel hombre y otros ejecutores del genocidio nazi sabían o no lo que hacían en un sentido profundo, distinguiendo entre conocimiento y reflexión.

También leímos un fragmento de El príncipe en que Nicolás Maquiavelo defiende que la buena voluntad no es una forma de actuar para hacer el bien, sino una especie de actitud teatral que se exhibe mientras no vaya contra los intereses del estado.
Uno de los participantes tenía la impresión de que, al hacer hincapié en lo que personas como Eichmann no querían pensar ni saber, Arendt le estaba exculpando, mientras otro tenía la impresión de que era más una cuestión de poner el énfasis en nuestra capacidad de diluir nuestra responsabilidad obedeciendo lógicas como las que defendía Maquiavelo: la salvaguardia del estado, la defensa de la civilización, etc.
A partir de esta diversidad de opiniones, profundizamos un poco en el concepto de la banalidad del mal, y nos formulamos algunas preguntas más: ¿Sabemos lo que hacemos cuando compramos moda low cost? Y si lo sabemos, ¿por qué no actuamos de otro modo? Y en el trabajo, ¿Cuánto vale nuestra sumisión? ¿Estamos dispuestas a poner en riesgo nuestra comodidad denunciando la injusticia? ¿Hasta qué punto los trabajadores de una empresa son responsables de lo que esta hace? ¿Qué nos impide asumir nuestra responsabilidad con respecto al planeta? ¿Somos ignorantes cuando usamos plásticos? ¿Este mal es mejor o peor que el mal de un asesino o un pederasta? ¿Hay males absolutos o todos los males son relativos?

Como de costumbre, hubo conclusiones más compartidas, otras menos, e ideas que no nos llevaron a ninguna conclusión en el momento, pero todas las intervenciones nos llevaron a escuchar, pensar e intentar entender las distintas implicaciones del tema. Al final, hicimos una evaluación figuro-analógica del diálogo y nos dimos cuenta de que en el diálogo aparecían distintos caminos con lugares de encuentro y desencuentro, pero también de cómo estos no colisionaban, sino que nos conducían más allá del horizonte.
El 4 de mayo seguiremos con otra de las preguntas que propusieron los participantes en el taller: ¿cuál es la relación entre determinismo y libertad, son compatibles o contradictorios?
Hasta entonces, ¡feliz semana!
El equipo de Filotopías
