¿Qué es la verdad? Resumen del 5º diálogo filosófico en Navalcarnero

El miércoles 1 de junio llevamos a cabo la quinta sesión del taller de Filosofía en la prisión de Navalcarnero.

Como ya es costumbre, empezamos con un poco de conversación informal y enseguida volvimos al tema de las libretas que les habíamos dado por si se animaban a llevar un diario filosófico. Hubo quien sí y quien no y, si bien les habíamos propuesto escribir una disertación sobre un tema ya tratado, uno de ellos prefirió hacerlo sobre el mismo tema que íbamos a tratar: la verdad. La disertación -que esperamos publicar aquí pronto- nos dio que pensar y nos sirvió para abrir el tema: ¿Qué es la verdad?

Saturno devorando a sus hijos, Goya

En ella aparecieron algunos de los conceptos de verdad que habíamos previsto, así que partimos de ella para abordarlos. Lo primero que apareció fue la diferencia entre la verdad ontológica, referida a la realidad de las cosas externas al lenguaje, la verdad de nuestras proposiciones referidas a las cosas y la verdad como promesa o sinceridad, la cual se refiere más al ámbito práctico de nuestras vidas. Vimos cómo los tres conceptos se relacionan y también reflexionamos un poco sobre la necesidad de la verdad que todos sentimos, sea posible esta o no. ¿Es posible que en algunos ámbitos de nuestra vida la verdad no sea posible? ¿Y si lo es, pero no nos conviene? ¿Puede la verdad ser múltiple?, estas fueron algunas de las preguntas que aparecieron, pero nos pareció conveniente quedarnos en la pregunta por el ser de la verdad. Hoy tocaba un ejercicio de clarificación conceptual.

Leímos juntos dos fragmentos de un texto del joven Nietzsche Sobre verdad y mentira en sentido extramoral donde este autor afirma que la verdad es una creación humana, una convención con fines prácticos. Parece que intentamos establecer verdades que nos permitan convivir y comunicarnos. Con respecto a esto, aparecieron acuerdos, desacuerdos y matizaciones. Alguien afirmó que la verdad depende de un pacto, que es una elección que se realiza de manera subjetiva, de tal modo que si desde ahora decidiéramos afirmar que es verdad que los cerdos vuelan, así sería. Pero ¿qué implica eso? El concepto, la palabra y el hecho son cosas distintas, de tal modo que podríamos diferenciar entre la verdad del hecho de que un cerdo realice la acción de volar, comprobable por medio de los sentidos; la verdad del concepto de cerdo volador, que comprobaríamos mediante el criterio de correspondencia entre el hecho y la imagen mental o la combinación de los símbolos cerdo y volador; y el hecho de que usemos las palabras «cerdo» y «volar» para referirnos a la acción, lo cual es arbitrario, porque bien podríamos decir que la palabra volar va a adquirir el significado de hacer caca y la de cerdo el de ser humano. A partir de esto apareció la pregunta por la relación entre las palabras y las cosas, y nos dimos cuenta de que el mismo Nietzsche parece aceptar que existe una verdad que va más allá de la convención lingüística en su texto. Como después desarrollan Foucault o Wittgenstein, el discurso sobre lo verdadero puede tener una función social asociada al poder o a las distintas funciones que aparecen dentro de una sociedad, pero parece que hay una intención de verdad que se resiste a la reducción a la convención.

El origen del mundo, Courbet

Si algo aceptábamos los presentes como verdadero, parecía ser precisamente la necesidad de verdad o, como mínimo, de intención de verdad. Como señaló Platón, la verdad aparece como horizonte de sentido y no como algo que podamos atrapar. El hecho de estar allí reunidos tratando de comprender qué es la verdad a partir del diálogo demuestra que, aunque tengamos conceptos distintos, existe un ideal de verdad independiente a nosotros al que tratamos de acercarnos a partir de la dialéctica, es decir: del ejercicio mismo del diálogo en el que los conceptos se contrastan y se superan gracias al mismo contraste.

No obstante, teníamos la impresión de que la mentira está normalizada y que no impide a una persona hacer carrera en ocupaciones tan relevantes como la política o la abogacía. De hecho, nos dimos cuenta de cómo en la mayoría de entornos de trabajo es necesario aceptar un sistema de mentiras y hacer como si este fuera la verdad. ¿A qué se debe esa doble relación con la verdad? ¿Por qué hay entornos en los que la mentira se institucionaliza? ¿Se convierte una mentira en verdadera si todo el mundo la acepta como tal? ¿Emergerá algún día una verdad fundamental? ¿En qué consiste esa verdad y cómo podríamos llegar hasta ella? ¿Podría la educación cambiar esa normalización o estamos condenados a vivir aceptando gato por liebre? ¿Qué es necesario para que vivamos de manera coherente y seamos capaces de enfrentarnos a la mentira? ¿Se puede educar la heroicidad?

Detalle de la Capilla sixtina, Miguel Ángel

Las últimas preguntas suscitaron un gran interés e intentamos pensar qué es lo que falta en nuestro sistema educativo. La cooperación, la educación emocional y espiritual y la toma de conciencia sobre el presente de la propia realidad corporal y sensible fueron algunas de las ideas que aparecieron… Porque, ¿No es acaso el cuerpo el que nos informa muchas veces de que nos estamos engañando? ¿No sería nuestro mundo más justo si lo escucháramos más? ¿Podemos mentir a alguien cuando al mirar a su rostro sentimos con él? Como señaló alguien que no había leído a Lévinas, el rostro del otro despierta en nosotros una actitud ética. Para finalizar, leímos la fábula de Khalil Gibran que reproducimos al final.

De camino a casa, advertimos cómo existen verdades que importan más que otras, o cómo la falsa verdad y el poder a menudo pueden aparecer ligadas. Ahmed estaba en el autobús gritando y muy nervioso. Había subido con una cerveza, se había bajado la mascarilla para beber y el conductor había intentado echarlo de manera violenta, tirando sus cosas. Otro pasajero marroquí lo había apoyado y ahora él se negaba a bajarse señalando la injusticia cometida por el conductor, ya se había puesto la mascarilla y quería que lo llevaran a su destino, porque había pagado. Llegaron tres guardias civiles, un chaval se bajó para apoyar a Ahmed, que estaba muy exaltado y desde luego no estaba actuando de manera correcta. Uno de los guardias le hizo una foto riéndose. Le dijeron al autobusero que continuara y quisieron que también se quedara el chico que había bajado a contar lo que había visto para apoyar a Ahmed. Uno de los guardias intentó que el chico se quedara y mientras este se iba diciendo algo tan verdadero como «Yo no hice nada», el guardia decía «¡Sí, sí, ya, que ya os conozco yo!», como acusándolo. Al final, el chico se subió al autobús y se fue. Llegó el nuestro, nos subimos y nos alejamos. Ahmed se quedó.

¿Cuál será la verdad que quede reflejada en el registro policial?

Os dejamos con la fábula de Khalil Gibran que leímos al final de la sesión.

Cuenta la leyenda que un día la verdad y la mentira se cruzaron.

-Buen día -dijo la mentira.

-Buenos días -contestó la verdad.

-Hermoso día -dijo la mentira.

Entonces la verdad se asomó para ver si era cierto. Lo era.

-Hermoso día -dijo entonces la verdad.

-Aún más hermoso está el lago -dijo la mentira.

Entonces la verdad miró hacia el lago y vio que la mentira decía la verdad y asintió.

Corrió la mentira hacia el agua y dijo… -El agua está aún más hermosa. Nademos.

La verdad tocó el agua con sus dedos y realmente estaba hermosa y confió en la mentira.

Ambas se sacaron las ropas y nadaron tranquilas.

Un rato después salió la mentira, se vistió con las ropas de la verdad y se fue.

La verdad, incapaz de vestirse con las ropas de la mentira, comenzó a caminar sin ropas y todos se horrorizaban al verla.

Sin saber qué hacer, se escondió en un pozo.

Es así como aún hoy en día la gente prefiere aceptar la mentira disfrazada de verdad y no la verdad al desnudo.

Algún día, la verdad saldrá del pozo para fustigar a los mentirosos.


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