El miércoles 29 de junio llevamos a cabo la séptima -y, de momento, última- sesión de nuestro taller de Filosofía en la prisión de Navalcarnero, junto con Progresa Educativamente y gracias a Solidarios para el Desarrollo.
Como es habitual, empezamos con algo de conversación informal y al cabo de un rato nos centramos en el tema: ¿sólo es esclavo quien está encadenado o engrilletado?
Para poder responder a la pregunta debíamos aclarar, en primer lugar, qué entendíamos por esclavitud y cómo se puede esclavizar a alguien. En esta primera ronda apareció la idea de la esclavitud como dependencia, fuera física o mental, pero siempre con la idea de que nos esclaviza lo que anula nuestra capacidad de elegir, lo haga total o parcialmente. Relacionado con esto estaba también la idea de que nos esclaviza más aquello que menos elegimos -por ejemplo, la necesidad de trabajar para sobrevivir comparada con un determinado puesto de trabajo al que podremos renunciar más fácilmente-. Aquí volvía a jugar su papel una interesante distinción propuesta por uno de los participantes ya en la tercera sesión, la diferencia entre elegir -optar por una opción entre las que se presentan- y decidir -optar con mayor iniciativa, más allá de los dilemas que nos planteen otras instancias-.
Otro participante destacó la coacción como herramienta para esclavizar: así se ha esclavizado (en el sentido más típico de la palabra) durante siglos y así se puede conseguir, todavía hoy, que una víctima de trata se prostituya o que un niño se convierta en soldado.

Estas observaciones nos llevaban a otras: la dependencia también es una cuestión de grado -no es lo mismo depender de que una persona querida esté bien para estar bien que tener una relación de dependencia por la cual, en la mayoría de situaciones de autonomía propias o de la otra persona, vemos un riesgo de abandono-.
Aun así, la cosa se ponía complicada. Con la ayuda de Aristóteles intentábamos aclarar qué es la esclavitud y, con la de Rousseau y Kant, por qué nadie la desea para sí, pero ¿por qué se acepta, aun sin desearla? Cuando nos llegan a esclavizar ciertas drogas, el juego, etc. ¿es porque hemos elegido sin haber decidido, pensando sólo en lo inmediato o no pensando lo suficiente? Cuando tomamos ese tipo de decisiones o cuando nos embarcamos rápidamente en decisiones que van a condicionarnos durante muchos años, ¿estamos cayendo en esa disonancia cognitiva de la que hablamos en sesiones anteriores, obviando contradicciones en nuestro pensar?

Aunque no estábamos de acuerdo en si cabía llamar «esclavitud» o no a la relación que tenemos con las últimas tecnologías, sí parecíamos de acuerdo en cierta dependencia de ellas que nos hace depender más, a su vez, de la respuesta inmediata de las demás y del dinero, por la capacidad de pagar ordenadores, teléfonos móviles, etc. Nos apoyamos un poco en un fragmento de un discurso de El-Hajj Malik El-Shabazz, más conocido como Malcolm X, en el que hablaba de cómo los esclavos negros mejor tratados (quienes trabajaban como mayordomos, criadas, etc.) no veían su situación de esclavitud como un problema, al no tener nada positivo con que compararla sino, al contrario, como la fuente de aquellos privilegios de que gozaban en comparación con los esclavos del campo. Más allá de la coacción y de los estímulos negativos de relaciones ambiguas -afecto con dependencia, placer con dependencia- está el poder de la recompensa para conseguir que otra persona elija hacer libremente lo que hemos decidido para ella. ¿Aceptamos ser dependientes, subalternos o incluso esclavos por una mezcla de miedo a lo desconocido y apego a las recompensas de lo conocido?
El tema daba para horas, pero había que terminar la sesión y, con ella, empezar las vacaciones. Todavía no tenemos fechas futuras que dar, pero estaremos encantados de no ver las mismas caras en futuros talleres en prisión, porque eso significará que aquellos a quienes conocemos están gozando ya de su libertad de nuevo.
¡Feliz verano!
El equipo de Filotopías