El jueves 10 de noviembre tuvo lugar la tercera sesión del taller de filosofía que hacemos con Solidarios para el desarrollo. Después de recibir a varios participantes de las sesiones anteriores y a una nueva incorporación, entramos en materia.
Empezamos repasando lo visto en la sesión anterior para poner en situación al nuevo compañero y para que los demás asentaran su comprensión. Hablamos del diario que estábamos llevando desde la primera sesión y había diferentes relaciones: quien no escribía, quien escribía mucho y quien había empezado escribiendo y después había perdido el hábito. Nuestra intención para la tercera sesión era, precisamente, recapitular y profundizar, así que volvimos sobre el concepto de diakrisis y que se trataba de distinguir no sólo aquello que depende de nosotros de lo que no lo hace, sino también distinguir nuestros sentimientos de los hechos que los causan y ambos de las interpretaciones o representaciones que median. También la importancia de analizar qué indicios tenemos que realmente nos permitan pasar de aquellos hechos a las interpretaciones que hacemos de ellos (y los consiguientes sentimientos) para poder juzgar hasta qué punto se ajustan.

Después pedimos a los participantes que dieran ejemplos de hechos (y propusieron ejemplos contundentes) para ir sacando, de cada uno de ellos, los sentimientos, interpretaciones e indicios y así ver en la práctica nuestra capacidad de distinguir unas y otras cosas.

Por último, nos fuimos con deberes: el diario ya no sería para reflexionar sobre las citas que dimos en la primera sesión, sino para otras dos tareas. La mitad de días tendríamos nuevas citas a partir de las cuales pensar –algunas de Séneca, de nuevo, pero también de Epicteto, Crisipo, Musonio Rufo e incluso Michel Foucault– y la otra mitad, para prever una pasión que podamos sentir y trazar, con la ayuda de la escuela estoica, un plan para gobernarla.
Con eso nos despedimos para continuar el día 24 igual que despedimos esta entrada: con nuestros mejores deseos.