Tanto en la enseñanza como en la participación en organizaciones sociales de nuestro entorno, hemos detectado el deseo de reflexionar y sentir de manera individual y colectiva, pero también cómo este encuentra dificultades a la hora de realizarse. Ya sea por exceso de intelectualismo o por aversión al mismo, lo cierto es que tenemos problemas a la hora de ver la realidad tal y como aparece y de afrontar sus conflictos, y que esto nos incapacita para generar proyectos de largo alcance. Espacios en los que se dé un compromiso humano, integral y duradero, que no sean tomados como mero trabajo, hobby o inversión personal y en los que nos realicemos como individuos felices.

Creemos que este deseo siempre ha estado en mayor o menor medida activo, pero que las condiciones que acompañan a la pandemia en la que nos encontramos han hecho que lata con mucha más fuerza. Deseamos sinceramente mejorar la realidad de manera colectiva, aunque nuestras prácticas resultan contradictorias, ya que nadie nos educó para esto.
Como diría Jameson, nos encontramos sin un mapa con el que podamos orientarnos y con un espacio y un tiempo que se presentan a cada momento como nuevos y que dificultan la narratividad de nuestra experiencia. Fenómenos como la virtualización de la realidad o la flexibilización de la experiencia se han establecido, y esto ha propiciado la aparición de realidades subjetivas compartimentadas y débiles, fragmentadas, incapaces de mediar con lo Otro. Cada vez requerimos más de la permisividad, que no de la aceptación real de la diferencia que resultaría de afrontar el conflicto. Como individuos tenemos que afrontar algunas contradicciones. ¿Pero cuántas? ¿Acaso la disolución es tal que ya no vale la pena nada? ¿No necesitamos ya una historia coherente que contarnos? Y sobre todo, ¿queremos esto? ¿Nos hace felices?
La realidad es siempre un proceso del que participamos y aunque a veces nos lleve la corriente lo cierto es que no podemos vivir sin un sentido. La ecología nos sitúa en un escenario de emergencia y son muchas las producciones culturales que potencian el catastrofismo, pero no es verdad que no exista la posibilidad de mejorar, ni tampoco que no existan cambios sustanciales en el sentir de las mayorías a los que poder agarrarnos para potenciar cambios positivos No podemos dejar de soñar con un mundo habitable en el que cada segundo merezca ser vivido, pero el interés más puro se presenta siempre envuelto en un bello sueño. Por ello, es necesario bajar a tierra nuestras ilusiones e ideales abstractos, los sueños en los que a veces nos resguardamos, ponerlos en común y ver qué pueden darnos en lo concreto.
Las Filotopías son lugares filosóficos en los que tiene lugar la aparición de los otros y en los que trabajamos nuestros sueños de manera colectiva. En ellas, queremos generar espacios de libertad a partir de los que evolucionar como personas íntegras.
A través del trabajo de todas nuestras dimensiones queremos poder mirar la realidad tal y como ella es y desarrollar nuestras aspiraciones de manera crítica, ética y creativa, desde el respeto a lo común y caminando junt@s hacia un mundo nuevo, pero posible. Hacia lo que Ernst Bloch llamó la utopía concreta.